Mi hipoteca se encarece 3.000€ al año, ¿qué debo hacer?

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Mi hipoteca se encarece 3.000€ al año, ¿qué debo hacer?

La subida de los tipos de interés está cogiendo a contrapié a muchos hipotecados a tipo variable, especialmente a aquellos que firmaron una hipoteca con interés variable en los últimos 5 o 7 años.  En este momento, la subida del índice de referencia del mercado interbancario a 12 meses (Euribor) hasta el 3,3% provoca un encarecimiento de, al menos, 250 euros al mes si la revisión del tipo se produce en este momento bajo los típicos supuestos habituales (hipoteca a 25 años de 200.000 euros). En un escenario de estancamiento de la renta nominal y fuerte caída de la renta real (la inflación sigue estando muy alta, y en términos acumulados desde 2019 el poder adquisitivo de las familias ha caído un 15%), este encarecimiento de la hipoteca se puede convertir en un grave problema, ya que según los datos de la Asociación Hipotecaria Española, aproximadamente el 65% de los hipotecados lo están a tipo variable.

Ante esta situación, el educador y planificador financiero debe actuar de manera quirúrgica, lo cual le supondrá un esfuerzo muy importante para arbitrar una solución que no es sencilla. Ya ha pasado el momento en que tenía sentido cambiar la modalidad hipotecaria de variable a fija (antes de que acabara el verano ya esto había acabado). Y en los casos más complejos, no hay posibilidad de hacer una amortización parcial de volumen significativo para evitar un pago de intereses mayor.

En este sentido, es necesario centrarse en el terreno de juego actual. Hace menos de dos meses, el Gobierno de coalición planteó una actualización del Código de Buenas Prácticas bancarias para incluir períodos de carencia de capital a cambio de alargar el plazo de amortización de manera proporcional, haciendo un recorte transitorio de la cuota. Con todos los riesgos que una operación de estas características tiene para la propia salud financiera del hipotecado, al menos establece un cierto campo de juego para conseguir soluciones particularizadas para cada caso y actuar con cierta agilidad para el que más lo necesita.

El problema viene si la regulación cambia hacia una fórmula de ‘tabla rasa’ sin discriminar quiénes son los que más lo necesitan, quiénes no lo necesitan (que es una proporción muy alta de los hipotecados, con una media de pago de cuota sobre renta disponible igual o inferior al 30%) y quién o quiénes ‘pagan’ esta fiesta, que son las entidades financieras, los hipotecados a tipo fijo (en términos de coste de oportunidad) y los hipotecados futuros sobre los que recaerá un proceso de selección adversa.

Salvo en casos de extrema urgencia para los que hay fórmulas reguladas que pueden ayudar (obviamente, a un coste financiero no pequeño por el riesgo que supone la operación), para el resto se puede convertir en una ‘barra libre’ perjudicial para su propio bienestar personal, al tener que pagar durante más años y con un mayor coste su hipoteca (la suma de capital e intereses al final de la vida del préstamo será muy superior), contando a corto plazo con unos recursos que no tenían en mente, con lo cual, el riesgo de que se malgasten es muy elevado (‘efecto riqueza’).

Por estas razones de eminente carácter práctico, el educador financiero debe trazar una hoja de ruta clara, directa y tener la habilidad de negociar con las diferentes entidades financieras el tipo de solución para el cliente.

Javier Santacruz Cano

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